Entrevista a Selenco Vega

octubre 19, 2008

"Escribo para huir del olvido"




En el primer numero de la revista Entera voz, la cual dirijo y pronto tendrá su página web, publiqué una entrevista a mi amigo (no vuelvan a pensar por enésima vez que hay un parentesco) Selenco Vega, la cual considero aún no ha perdido vigencia y la cuelgo en este blog, por siaca les interese en caso de no haberla chequeado en dicha revistita.

Pasados todos estos años y luego de estar en contacto no solo con la poesía sino también la narrativa, ¿qué tipo de hallazgos o satisfacciones has encontrado en estos géneros?
Siempre he pensado que los géneros literarios son un invento de los críticos, Stan, un poco para justificar su existencia... Es cierto que durante años he estado, como afirmas, en contacto con la poesía y la narrativa, pero la verdad es que no suelo hacer distingos entre una y otra forma de arte. Tal vez suene a frase cliché, pero cuando escribo no racionalizo lo que hago, solo intento darle forma a aquello que siento; no me detengo a pensar si es un poema o un cuento, dejo que cada impulso brote por sí mismo, que encuentre su forma. A veces esa forma necesita de una historia, entonces sale algo parecido a un cuento; otras veces, esa forma no requiere de anécdotas, sino de un lenguaje más íntimo, más subjetivo si quieres; entonces, la forma se desplaza y adquiere las dimensiones de un poema. Mi satisfacción radica en el mero acto de escribir, no importa si es un poema, un cuento o un texto anfibio, a mitad entre la poesía y el cuento…
En algún momento de tu vida, de hecho has frecuentado reuniones de poetas y otros creadores, ¿qué opinión tienes del artista y sobre todo del ser humano, del hombre?
Vayamos por partes. Siempre intento separar al artista del hombre. Confundirlos es un error. Pound, por ejemplo, es uno de los poetas más trascendentales del siglo XX; sin embargo, como persona llegó a apoyar a Mussolini y al fascismo. Se cuenta de Naipuil, el gran premio Nobel, que es insufrible como ser humano: soberbio, lapidario con la gente que lo rodea. A veces se tiende a pensar que un artista, por el mero hecho de serlo, debe ser también un gran hombre. Falso. He conocido artistas que como personas no valen gran cosa: malos padres, malos hermanos, incumplidos, orgullosos, egoístas. Pero grandes creadores. Lo bueno es que, en el balance final, lo que queda de ellos, eso en lo que radica su permanencia, es la obra que hicieron con tanto esfuerzo y pasión.

¿Es la literatura un oficio en nuestro país?

No lo es. Uno es escritor a salto de mata, sorteando el trabajo cotidiano que le permite vivir, hallando tiempo de donde no hay. Hace poco, a raíz del Copé que obtuve, me comenzaron a llover pedidos de todo tipo: invitaciones a conferencias, participación como jurado en concursos de cuento y poesía, colaboración en medios. Todo eso estaría bien, excelente… el único problema es que no pagan. Hay en el Perú una propensión a pensar que un escritor debe ser una persona pública a disposición de todo el mundo, gratis y rápido. Por eso te digo que la literatura no es un oficio, por lo menos no uno que te permita vivir.
¿Cómo se desdobla el Selenco Vega fabulador y poeta en el otro, el catedrático, aquel que se gana la vida como profesor y a la vez muere en el más anónimo silencio?
Creo que esta pregunta se enlaza con la anterior. Me gustaría (soñar no cuesta nada), me gustaría ser solo el fabulador y poeta las 24 horas del día, pero como ves, eso es algo imposible en nuestro medio. Como muchos, trabajo de día y escribo de noche, o como lo he estado haciendo últimamente, trabajo entre 9 y 10 meses al año y los otros 2 ó 3 los dedico a escribir. Mientras trabajo como catedrático en la San Ignacio y en la Universidad de Lima, aprovecho las tardes y las noches para gestar algún proyecto literario nuevo, para tomar apuntes y esas cosas. Luego, aprovecho los meses de verano (en los que no trabajo) para plasmar mis ideas lejos de todo y de todos, solo frente a la computadora.
¿Sientes algún pavor al imaginarte muerto? ¿Qué significado tiene la inmortalidad para ti?
A veces he soñado con un fin hermoso, idealmente trágico. A veces he soñado con la muerte, pero extrañamente no con la corrupción de mi carne. Me explico. En las muertes que concibo mi cuerpo resulta extrañamente embalsamado, a salvo del olvido y de los gusanos gracias a que mi muerte se realiza por algún motivo grandioso (mira tú lo modesto que soy). Algunos se obsesionan con el suicidio; de adolescente yo me obsesioné más bien con un fin digno de un héroe de la antigüedad griega. Héctor, por ponerte un caso, fue una fijación que aun me persigue. No le temo a la muerte. Lo que sí me angustia es el olvido, la corrupción, la desintegración real y simbólica de nuestro cuerpo. Debe ser por eso que escribo, Stan, para huir del olvido, para ser inmortal.

Pronto será unos diez años que te conozco y una de las cosas que he podido apreciar es tu distanciamiento de las escenas literarias muchas veces estentóreas y de pocas nueces, ¿será que en realidad más allá de tu falta de vocación por el ruido, como has señalado en alguna parte, se debe en todo caso a tu escepticismo?

No creo en las reuniones de escritores, me parecen un desperdicio de tiempo. No respeto mucho a las personas por el mero hecho de que sean artistas; de un artista, lo que respeto son sus obras. La mayor parte de esas reuniones, congresos, mesas redondas entre escritores, solo sirven para inflar egos, para generar rencillas absurdas y para levantar falsos testimonios. Nuestro medio es tan pequeño y está tan envilecido que mucha gente confunde talento con notoriedad, obra con escándalo. Estoy harto de eso. El lugar de un escritor es su mesa de trabajo, la soledad, una buena dosis de talento y, cómo no, algo de suerte para lograr hacer lo que se propuso.

Haciendo uso de blogs o correos electrónicos, últimamente se han ido armando una serie de encuentros verbales sobre diversos aspectos literarios y también personales, ¿te parecen útiles todos estos discursos?

Me parecen una pérdida de tiempo, no los blogs en sí, que a veces permiten a los lectores actualizarse sobre lo que ocurre en el mundo del arte. Me parecen una pérdida de tiempo las discusiones, las peleas, los enfrentamientos verbales entre escritores. Aunque mirando el asunto con algo de piedad, los blogs, en especial los más escandalosos, permiten que quienes los dirigen adquieran, por ese medio electrónico, la notoriedad y el ‘reconocimiento’ que su falta de talento les negó. ‘A falta de obras, buenos son los blogs literarios’, ¿no crees?
Y hasta una compensación a ese vacío. Pero bueno, Eielson, Hinostroza, Verástegui y no hace mucho Ildefonso - tan sólo por mencionar algunos nombres -, son poetas que han incursionado en la novelística, ¿tienes en mente realizar un proyecto de esta especie?
Estoy esperando a que llegue el fin de ciclo en las universidades donde trabajo para sentarme a escribir la primera versión de una novela que me anda dando vueltas hace tiempo. Tengo tres meses y medio antes de que comience el ciclo 2008-I, así que deséame suerte, que la voy a necesitar.
Que todas las fuerzas del bien te acompañen, hombre, y en cuanto a tu obra, justo quiero referirme a tus dos primeros libros, Casa de familia y Parejas en el parque y otros cuentos, donde nítidas están las influencias de Watanabe y Raymond Carver, respectivamente, ¿de qué otros autores te has ido nutriendo durante los últimos años?
Ha ocurrido algo con mis gustos literarios que no sé si sea bueno o malo. He comenzado a leer a los clásicos, a devorarlos con una pasión que nunca antes sentí. Acabo de leer a Catulo y Petronio. El año pasado leí todas las tragedias de Shakespeare, en una edición monumental que publicó Norma y que gracias a Dios (en el que no creo), adquirí. Estoy tentado de releer la novela francesa y rusa del siglo XIX. Algo me dice que por allí está un camino interesante, una especie de renacimiento espiritual, estético, que hará que reformule mi propia idea del arte.
Pese a que aún es temprano para vislumbrar un exacto panorama, ¿cuál es tu opinión sobre la poesía y narrativa de los 90 en nuestro país?
No tengo opinión. Como te dije, he comenzado a leer a los clásicos.
Buena parte de los poetas y escritores de esta promoción, son descendientes de familia provinciana, ¿ha modificado todo esto la emoción, la estética del espíritu limeño?
Siempre me sentí un provinciano en Lima, Stan. Somos doce hermanos. De niño, nunca tuve que buscar mis amigos afuera, los tenía dentro de la casa. Ellos y yo crecimos escuchando las historias familiares: nuestros muertos de provincia también participaban de nuestros juegos infantiles. Por supuesto que esa pertenencia a una tradición provinciana modificó (para siempre) mi estética, pero sobre todo mi visión del mundo. Solo una anécdota. Por mi profesión he tenido que leer mucho, empaparme del conocimiento occidental. Sin embargo, a veces me sorprendo pensando y sintiendo como en mi infancia más remota. Mi madre solía tener explicaciones, cómo decirlo, ‘irracionales’ para varias de las cosas que ocurrían a nuestro alrededor. Cuando una puerta sonaba, ella se agitaba y susurraba mirándome: “¡Alma!”. Yo le devolvía la mirada y también asumía que había sido un espectro el causante del portazo. Crecí pensando cosas como esas. Ahora, cuando escucho un portazo, pese a saber que es el viento, una parte de mí, por lo menos en un primer instante, desafía mi racionalidad y me susurra, como antes lo hacía mi madre: “¡Alma!”
Después de El mestizo de Alpujarras, cuento ganador del Copé, ¿aparecerán otros textos con referencias históricas o tan sólo ha sido un ensayo?
Tengo en mente escribir novelas históricas, Stan, pero no me quieras soltar la lengua: yo, como muchos escritores, soy supersticioso en este punto. Si cuento lo que quiero hacer puedo echarlo todo a perder. Lo que sí te puedo afirmar es que “El mestizo de Las Alpujarras” es un comienzo -déjame considerarlo auspicioso- de un proyecto narrativo vasto, ambicioso, que espero poder concretar algún día.

Una última pregunta: ¿Qué sensación crees que tendrías si de pronto amanecieses convertido en un insecto kafkiano?

Sentiría pánico. Mi mujer, Lucila, detesta los insectos, simplemente no los soporta. Apenas los ve, saca su zapato y los liquida entre gritos de histeria. Si una mañana yo despertara convertido en insecto, ya te puedes imaginar: terminaría en las suelas del zapato de ella, mi pobre cuerpecito triturado y sazonado en ese líquido blancuzco del que están rellenos la mayoría de esos bichos.