OTRA DOLOROSA PARTIDA. ALFREDO JOSÉ DELGADO BRAVO

octubre 16, 2008

En Piura me enteré de la muerte de unos de los poetas chiclayanos quizás más querido y apreciado –junto a NIXA– por la fauna literaria e intelectual de nuestra ciudad: Alfredo José Delgado Bravo. Ahora que he vuelto de viaje posteo estas líneas.
En realidad pocas han sido las veces en que conversé con él. Quizás la ocasión en que departimos más tiempo fue el año 2002 cuando coincidimos como miembros de jurado en un concurso organizado por el colegio Renan Elías de la FAP. Era bajito, de anteojos enormes y me imagino pesados, piel morena y una voz apenas audible. Tenía su chispa y vestía chalequito, saco y zapatos bien lustrados. Resultaba agradable y fácil se podía conversar sobre toda una gama de autores clásicos. Por momentos no lograba captar sus palabras y me limitaba a ver su sonrisa. Peor hubiera sido si en aquel instante, sobre aquel patio, se le ocurriera pasar a un avión. El aeropuerto estaba cerca.
Hasta ese entonces solo había leído de él, Las horas naturales y uno que otro poema suelto. Su primer libro llegó a mis manos circunstancialmente, durante la década del 80, a través de un profe de literatura, vecino del barrio. Estaba compuesto de sonetos, tercetos y una serie de rimas que desde un inicio me dejaron un sabor a antiguo, a fría lejanía. No me grabé su nombre y hasta que transcurrido un buen tiempo supe que aquel autor estaba vivo y era lambayecano, autor del himno a Chiclayo y también padre de mi amigo Iván.
A pesar de esta adolescente impresión pude apreciar en lecturas posteriores, esa sensibilidad y llaneza de aquél poeta cosmonsefuano (por haber nacido en Monsefú, denominada ciudad de las flores), tal como firmaba en sus datos.
Mi amigo Ernesto Zumaran, cada vez que llega la ebriedad, suele decir algún día moriremos. Y es verdad. Llegará el día en que atravesaremos esa delgada línea en completo silencio más allá que el dolor resulte un aguijón en el alma de los seres que en vida nos amaron.