PURAS PALABRAS (pseudo asedios criticos)

noviembre 04, 2008




Pétalo Camario, amtología perosnal de Carlos Bancayán
Carlos Bancayan (Chiclayo, 1943), por siaca no lo conozcan es un permanente activador de la escena literaria local y acaba de publicar Pétalo Canario, libro que pretende constituirse en una antología personal. El sosegado y caballeroso amigo Carlos cuenta con 65 años y no se le ha ocurrido mejor idea que hacer una selección de poemas extraídos de tres poemarios anteriores: Poemas dispersos (1975), Sentidumbres / la costumbre de sentir (1979) y Pastor de Colibríes (1994). Aparte de ello, ha incluido Pétalo canario, flamante conjunto de poemas que recién ven la luz y cuyo titulo abarca toda la mancha de textos.
Francamente, una de las cosas que pude notar ni bien empecé a deshojar Pétalo es el notorio descuido con que ha sido tratado antes de ser llevado a prensa. Aún las espantosas fuentes de letras, anunciando los subtítulos resultan un baldazo de pintura negra sobre los ojos. Luego me encontré con un “(sigue)” al finalizar una pagina (pág.: 9, 25, 27, 46, 48, 52) y por supuesto que no era necesario colocar semejante advertencia. Me pareció una subestimación, una palabra de menosprecio ante la inteligencia de cualquier prevenido lector. Claro estaba que el poema continuaba en la página siguiente. Más adelante palabritas construidas con ingenio e ingenuidad y cuyos significados aparecían como pies de página: salvio: aspiración juvenil a lo sabio y salvo (pág. 15); senir: sentir desde el oír (pág. 36); desenjaezando: sugiere desenmarañar, desentrañar (pág. 47).
En realidad era la primera vez que chequeaba la obra general de Bancayán y así pude ver que sus primeros textos fueron escritos a inicios de la década de los hippies. Para ser más preciso en 1960, cuando aquél tenía 17 años. Desde esa época primigenia la figura femenina es un recurrente en su rollo poético. En este caso, el de Poemas dispersos, hablamos de una mujer anhelada e inventada para solazar el erotismo desenfrenado de un imberbe adolescente: “La seguiré queriendo a escondidas, / sin que nadie sospeche que la guardo” (Mujer inventada) , “Quiero hollar su reducto, aunque le cueste sangre. / Estos son mis deseos de sátiro enjaulado. / Estos son mis abismos ignotos, mis recodos” (Lúbrica duda). Pero junto a ese impetuoso y extraño amor platónico empieza a descubrir también su entorno, el latido inmisericorde de la tierra y de toda esta tribu diversa y caótica: “El ser humano es acremente acerbo: / mírenlo cómo baila, cómo muerde, / cómo trasuda, cómo se sonríe; / pero pierde sus dientes, con sus sueños” (Hormiga). Y lo monstruo es que a las finales el hombre dice: “¡Nadas hay de viejo bajo el sol, hermanos!” (Vivid la vida) y en otro momento, “a la muerte, tiñámosla de verde, / para enseñarle que es tan solo puerta / de una hermosa esperanza”. Ya antes, iniciando el libro había dicho: “No creo que sean / suficientes / los buenos propósitos: / es menester / sacarse un brazo y / empeñarlo en la lucha” (Liberación). Quizás influido por Heraud. Mas lo cierto es que siempre, después de todo hay una de fe, una esperanza en algo, lo que sea caramba.
En Sentidumbres, –titulo nada creativo y que en lugar de resultar poético nos lleva a pensar de pronto que se trata sobre hechos costumbristas y folklóricos o algo que ver sin duda con las costumbres– vuelve a abordar el tema amoroso pero ya con un poco más de cancha, de calle, de vivencia: “Toda la vida es poca para el amor” (Arte de amar). Y es que la época en que surgen estos versos ya pertenecen a los 70. Carlos estaba en base tres. “!Oh, mujer, / sempiterna / como el mundo!”. Y en cuanto a su mirada en torno al planeta avanza unos pasos más: “¿No será el universo un traje?” (¿Como un traje?). Advierte habilidad y técnica en el supuesto creador de este y otros mundos. Pero al mismo tiempo se da cuenta que nuestra especie está jodiendo nuestra litosfera: “convertimos en / fango los aún azul / mares” (Calofrío aún en verde). Se deja avizorar el desencanto: “ahora siento, sé, palpo y comprendo / lo que debe sentir una aguja oxidada / en su delgado corazón” (Nudo). Me imagino es entonces cuando ante tal angustia y desolación aparece la protectora imagen de la madre, “Cómo decirte tanto, / si hay tan pocos idiomas para ti” (Madre).
Pastor de colibríes, titulo que obviamente es parecido a Pastor de perros de Domingo de Ramos, con la diferencia que éste último tiene un discurso mucho más bravo y fue editado el año 1993, un año antes que el texto de Bancayán, refleja cierto acercamiento hacia elementos tan abstractos y lo hace con gesto calmado y hasta se podría decir de agotamiento. Se dirige a la amistad: “Cuando el tiempo no existe, / cuando el dolor se adorna, / cuando brilla el silencio, / es que quiero a mi amigo” /A la amistad). A la sencillez: “Las personas sencillas viven del cielo claro, / huelen a hierba fresca, / y en sus manos tranquilas / anidan la verdad de las horas / y el corazón del tiempo” (Así). Al borde de la quietud, de un terco cansancio: “porque allí donde me encuentras casi siempre, / allí también, todas las veces, / en todos los horarios, / pertinaz, sonriente, / estaré / siempre / tuyo / / amiga, / vida / mía” (Allí).
En los textos últimos, los que componen Pétalo canario hay una continuación temática de los anteriores pero quizá con mayor determinación, sobre todo cuando se refiere al quehacer poético. He aquí unos versos que me vacilaron de inmediato: “Poeta, eres la sangre de la rosa / y también el ensueño de la ola” (Poesía), Y por lo visto, esta antología, como se puede notar precisamente en este poema, especie de arte poética, bien el libro pudo haberse llamado viento apacible, trueno violáceo, flor de arcilla, falo montaña o suspiro mariposa. En fin, lo interesante de esta publicación es que afortunadamente he encontrado algunos versos que han servido de salvavidas, de destellos. De modo que para finalizar cito estos cuatro que quizás contengan algún vaticinio o maldición: “!Ah, pero ten cuidado! / eres poeta, / recadero encendido / del dolor” (El poeta).
Inauguro con este escrito la sección Puras palabras. Y como diría el mismo Carlos Bancayán en su poema Memento, “¿Todo esta bien en el mundo? No. Todo está como suele estar”.