El catedrático y crítico literario Camilo Fernández Cozman me acaba de enviar un e-mail donde me cuenta sobre una reseña que hace pocas horas atrás había colgado en su blog La soledad de la página en blanco (http://www.camilofernande.blogspot.com/). En ella habla sobre 3 autores, dos del norte y el otro de Ayacucho. César Olivares, este blogger y Wilver Moreno. Sobre la Danza comenta los siguiente:
"Stanley Vega (nacido en Cajamarca) no emplea el poema extenso, sino que prefiere la concisión. Danza finita es un libro de atmósfera sombría pero sugestiva. El yo poético afirma que siempre habrá invierno en su interioridad y que el lenguaje, con asiduidad, será turbulento. La monotonía y la oscuridad parecen imponerse en el universo representado: "Sólo hay luz para inventar/ nuestros pasos.// No vuelvas a los ojos/ hacia atrás.// La oscuridad te tragará". La existencia parece carcomida por la decrepitud. Nada poseemos: todo se desliza, de modo inacabable, hacia el abismo de la muerte. El mundo es, acaso, sinónimo de un endeble pilar que se deshace: "No hay nada/ en qué aferrarse.// Ni siquiera/ los vellos luminosos/ de tu sexo/ pueden salvarme/ de esta caída inevitable". Todo parece conducir al mismo lugar, pues aparece la mueca de la monotonía al final de la dura jornada cotidiana.
"Stanley Vega (nacido en Cajamarca) no emplea el poema extenso, sino que prefiere la concisión. Danza finita es un libro de atmósfera sombría pero sugestiva. El yo poético afirma que siempre habrá invierno en su interioridad y que el lenguaje, con asiduidad, será turbulento. La monotonía y la oscuridad parecen imponerse en el universo representado: "Sólo hay luz para inventar/ nuestros pasos.// No vuelvas a los ojos/ hacia atrás.// La oscuridad te tragará". La existencia parece carcomida por la decrepitud. Nada poseemos: todo se desliza, de modo inacabable, hacia el abismo de la muerte. El mundo es, acaso, sinónimo de un endeble pilar que se deshace: "No hay nada/ en qué aferrarse.// Ni siquiera/ los vellos luminosos/ de tu sexo/ pueden salvarme/ de esta caída inevitable". Todo parece conducir al mismo lugar, pues aparece la mueca de la monotonía al final de la dura jornada cotidiana.
Stanley maneja, con sindéresis, el escandido de los versos y el flujo de las metáforas. Me cautivan estos versos algo irónicos: "Ocurre que Dios/ de pronto quiso verse/ frente al espejo/ y sólo vio/ el aire/ que flotaba en silencio". Sin duda, Danza finita constituye un poemario digno de relieve en el año que fenece por su capacidad de impregnar un hondo sentimiento a los más cercanos objetos del mundo cotidiano para meditar sobre el carácter siempre efímero de nuestra existencia. No sé por qué dicho libro me trae a la memoria la filosofía de Arthur Schopenhauer, quien afirmaba que el mundo era sinónimo de dolor y que únicamente nos quedaba contemplar cómo el sufrimiento y la rutina hacían estragos sobre nuestros cuerpos acaso roídos por el tiempo."