A inicios de año el narrador limeño Fernando Carrasco, autor del libro Cantar de Helena y otras muertes tuvo la gentileza afortunada o no, de hacerme una entrevista. Me comentó que a solicitud de Jorge Luis Roncal, director de la revista Arteidea. En el transcurso del tiempo tanto entrevistador como entrevistado habíamos olvidado el asunto hasta que el mismo Fernando tras recibir una invitación para asistir a un evento en Ayacucho supo que dicha entrewiev había sido publicada. Hoy he vuelto a releerla en archivo Word y una vez más he hallado otro motivo para que el próximo año vuelva reeditar Soliloquio de las hojas y Danza ominosa, textos que fueron editados en ediciones mínimas y casi totalmente artesanales (solo la carátula del segundo pasó por offset). He aquí la bendita entrevista:
Entrevistado y entrevistador, bebiendo un baldecito de chicha y unas chelas. Chiclayo 2008.
“Hay un momento sin duda en que los poetas y todos aquellos que se denominan artistas te hastían”
Por Fernando Carrasco
Tu primer libro Inútil Inventario, es un libro signado, desde el título, por un escepticismo existencial y cierto desencanto por la vida misma. ¿Qué opinas al respecto?
Es probable que haya un escepticismo existencial y hasta un cierto desencanto. Mas no lo afirmo contundentemente. Han pasado ya cerca de siete años y no he vuelto a releer este libro. Y más que opinar, asunto bien jodido tratándose de una obra propia, diría que el único recuerdo que me queda de Inútil Inventario son sus poemas construidos a base de gritos, pujos, execraciones, catarsis. Esa piel de animal tosco y apocalíptico, ese olor a grama fresca. Nada más que eso.
No obstante reflejar cierto desencanto por la vida, se percibe en este libro un tono sosegado acompañado de imágenes muy sugestivas, a la manera del hayku japonés. ¿Qué otras influencias reconoces en tu poesía?
Cosa curiosa, hasta el día de hoy no habré leído más de diez haykus. La brevedad de mi poesía se debe, en todo caso, a una concepción formal que tengo sobre ella. Considero que abundan los poemas poblados de versos y de broza, estando el poema en unas cuantas líneas. Y si de influencias se trata, me resultan difíciles de reconocerlas. Para ser más preciso hablaría de gustos, de sintonía poética y hasta filosófica con determinado autor. Y aquí si que podría citar a algunos: Baudelaire, Nietszche, De Nerval, Benedetti, Henry Miller, Michaux, Erasmo de Rótterdam, Cioran, entre otros seres creativos y pensadores que en cierto modo me resultan compinches y que en algún momento me han hecho decir, caramba, esto me hubiera gustado escribir o en el mejor de los casos, esto que acabo de leer es casi mi idea, lo que yo siento y pienso.
Soliloquio de las Hojas es un libro-objeto donde lo lúdico ocupa un rol protagónico. ¿Cómo nace y cómo se produjo esta experiencia poética?
Este proyecto se mantuvo guardado durante algunos años. Fueron conceptos que fui anotando y que a inicios del 2003 los llevé a cabo junto a Oscar Alarcón y unas amigas, pues las características de su realización requerían de ellos. Mi habitación se convirtió en un especie de taller. Pero vayamos por partes. Todo surgió a partir de la lectura de Papel, libro de Eielson, hacia mediados de los años 90. Al terminar de leerlo, inconcientemente fui imaginando otros textos, otras intervenciones sobre la hoja en blanco. Y así fueron creciendo. Transcurridos cerca de siete años decidí llevar todos esos conceptos a la realidad misma, a la formación y edición de un libro concreto (a propósito de ello también está la poesía concretista brasileña), tangible. De manera que se hicieron 200 ejemplares, todos ellos hechos de manera artesanal, uno a uno. Cada cual con una personalidad propia. E incluso las carátulas, hechas por mi amigo el pintor piurano Alarcón, quien las compuso en Trujillo. Nos llevó varios meses. Imagínate, conseguir 200 hojas vegetales, disecarlas y luego pegarlas sobre la otra hoja, esta vez en blanco y de papel, solo para llamar a este poema dos hojas. Fue entretenido, casi orgásmico el concebirlo y hacerlo palpable. Es, si se quiere, un homenaje a Eielson. Un artista entero.
Ya en el libro Danza Ominosa el amor ocupa un lugar protagónico. Hay una suerte de propuesta donde el amor nos salva de la soledad y el tedio, pero a la vez nos perturba y consume. ¿Podrías ampliar esta idea?
Definitivamente, el amor, en términos generales, siempre será un tema incierto. Centrándonos en algo más especifico, punto al que te refieres, creo que nadie, para empezar, se salva de sus garras. Hasta el ser más desafortunado ha amado a hurtadillas. Y no es que sea uno de ellos (ja aja ja) pero sin duda una de las cosas terribles de todo esto es que ni siquiera el amor puede eximirte de tu soledad, de tu tristeza, de ese gran vacío que llevas contigo por el solo hecho de existir y respirar. Y es que el amor es un chasquido de dedos, una burbuja efímera. La idea primordial es tener conocimiento de esa fugacidad para que no haya en tu alma dolor. O en todo caso, permanecer constantemente enamorado o ebrio.
En este libro aparecen también otros temas como el vacío, la soledad, la muerte, ese sentimiento trágico de la vida del que hablaba Miguel de Unamuno.
Temas nada novedosos, como verás y sin embargo tan inherentes a nuestra especie. A veces me he puesto a pensar: si el mundo cantara al unísono, un grito horrendo se dejaría escuchar en todos los continentes. Sería una balada tristísima. Además, ¿qué tema es inédito en este mundo? Todo parece estar dicho y escrito. Nosotros, solo intentamos, ilusamente, pergeñar algo, balbucear en medio de un desierto blanco. Y es muy probable que todo nuestro rollo quede ahí, flotando, flotando. No obstante, mientras aún se respira, no queda más que ser sincero a la hora de versificar. He ahí quizá un punto que de pronto nos conduzca hacia la originalidad.
En síntesis, tu lenguaje se acerca a la poesía conversacional, tus poemas son breves y están cargados de poderosas imágenes y metáforas muy audaces. Háblanos de tu concepción de la poesía.
Para empezar, desde un inicio, al estar en este entorno, una de las cosas que no ha dejado de incomodarme es que me llamen poeta. Es como si al carpintero no lo llames por su nombre sino por su oficio. Y el oficio es sagrado, tan sagrado como para ser pronunciado en esta atmósfera, en este mundo donde abunda la hipocresía. Además, la poesía no solo está en los libros. La encontramos más saludable en la realidad misma. En la bella silueta de una muchacha, en la tierna caricia de un niño, en el vuelo suspendido de un colibrí tratando de alimentarse, en fin. Y pensar que en algún momento este monumental poema que es la tierra desaparecerá, será borrado del espacio.
¿Qué nuevos proyectos literarios vienes desarrollando?
Como siempre, trato de vivir más que escribir. Y si por mí fuera, sería un eterno errante. Conociendo nuevas comarcas, ciudades, gentes nuevas. Hay un momento sin duda en que los poetas y todos aquellos que se denominan artistas te hastían. Y hasta los libros. Hace tiempo he perdido ese afán de devorar palabras, oraciones y todo ese rollo. Tanto así que ahora creo ser un completo inculto. Y no me avergüenza ni me hace sentir mal, desdichado. No obstante, por ahí estoy haciendo germinar un par de textos, poemas y prosa. Ya se verá que sucede.
¿Mantuviste algún contacto con el desaparecido poeta Juan Ramírez Ruiz?
Recuerdo que la última vez que lo vi fue durante el otoño del 2006. Fue a mi casa, en plena mañana. Ambos, creo, nos teníamos un gran aprecio. Y de eso, hace poco, su hermano, don José, como lo llamo, me lo hizo saber a través del móvil. Con Juan hemos compartido varios días, noches de conversación, bebiendo algunos tragos o en el más tranquilo de los casos, con un vasito de gaseosa en las manos. Pero esto último solo sucedió una vez. En otra visita que hizo a mi casa, siempre durante la mañana.
¿Cómo ves actualmente la movida cultural en Chiclayo?
No ha cambiado desde hace varios años. Es decir, siempre las mismas caras, los mismos discursos, las mismas taras y poses. De hecho, no dejan de haber conciertos de rock, recitales, presentaciones de libros o qué sé yo, pero siempre manteniendo esas características. A lo mucho, existirán un par de grupos que con las justas o medianamente activan la escena literaria. Harta, que la cultura y el arte sean parte de una elite, de un pequeño grupo. Abotaga. Y también asquea el encuentro y desencuentro de los egos. Es por esto que quizás no duran mucho los grupos. Es por esto que quizás la gente no acude al llamado de un evento. Habría que reflexionar al respecto y no solo como un asunto propio de esta ciudad sino también de otros lugares, del país entero. Sin embargo, lo más rescatable es la persistencia. Peor es que no haya nada, ni siquiera un rumor.
¿Qué nuevos poetas y narradores han aparecido en los últimos años en esta ciudad y cómo percibes sus trabajos literarios?
Es algo muy extraño lo que ocurre con la nueva promoción de poetas en esta ciudad y otras ciudades del norte. Ya llegamos al 2010 y el panorama es un tanto desolador. Hasta el momento no hay nada claro. No hay revistas y son mínimas las plaquetas editadas. No obstante, hace no muchos meses atrás, apareció el grupo literario Signos, los que a final del año pasado publicaron una antología grupal. Matilde Granados y Alex Cieza editaron también durante el 2007, sus respectivos poemarios. En fin, es durante el año pasado en que recién se avizoran algunas figuras. Sin embargo, habría que esperar más tiempo para determinar si realmente en estos jóvenes hay una verdadera vocación. Una integra perseverancia. En este aspecto - e incluso para nosotros - , la vida y obra de Juan Ramírez Ruiz ha sido y será una muestra definitiva y bella pese a todas las circunstancias.
Tu primer libro Inútil Inventario, es un libro signado, desde el título, por un escepticismo existencial y cierto desencanto por la vida misma. ¿Qué opinas al respecto?
Es probable que haya un escepticismo existencial y hasta un cierto desencanto. Mas no lo afirmo contundentemente. Han pasado ya cerca de siete años y no he vuelto a releer este libro. Y más que opinar, asunto bien jodido tratándose de una obra propia, diría que el único recuerdo que me queda de Inútil Inventario son sus poemas construidos a base de gritos, pujos, execraciones, catarsis. Esa piel de animal tosco y apocalíptico, ese olor a grama fresca. Nada más que eso.
No obstante reflejar cierto desencanto por la vida, se percibe en este libro un tono sosegado acompañado de imágenes muy sugestivas, a la manera del hayku japonés. ¿Qué otras influencias reconoces en tu poesía?
Cosa curiosa, hasta el día de hoy no habré leído más de diez haykus. La brevedad de mi poesía se debe, en todo caso, a una concepción formal que tengo sobre ella. Considero que abundan los poemas poblados de versos y de broza, estando el poema en unas cuantas líneas. Y si de influencias se trata, me resultan difíciles de reconocerlas. Para ser más preciso hablaría de gustos, de sintonía poética y hasta filosófica con determinado autor. Y aquí si que podría citar a algunos: Baudelaire, Nietszche, De Nerval, Benedetti, Henry Miller, Michaux, Erasmo de Rótterdam, Cioran, entre otros seres creativos y pensadores que en cierto modo me resultan compinches y que en algún momento me han hecho decir, caramba, esto me hubiera gustado escribir o en el mejor de los casos, esto que acabo de leer es casi mi idea, lo que yo siento y pienso.
Soliloquio de las Hojas es un libro-objeto donde lo lúdico ocupa un rol protagónico. ¿Cómo nace y cómo se produjo esta experiencia poética?
Este proyecto se mantuvo guardado durante algunos años. Fueron conceptos que fui anotando y que a inicios del 2003 los llevé a cabo junto a Oscar Alarcón y unas amigas, pues las características de su realización requerían de ellos. Mi habitación se convirtió en un especie de taller. Pero vayamos por partes. Todo surgió a partir de la lectura de Papel, libro de Eielson, hacia mediados de los años 90. Al terminar de leerlo, inconcientemente fui imaginando otros textos, otras intervenciones sobre la hoja en blanco. Y así fueron creciendo. Transcurridos cerca de siete años decidí llevar todos esos conceptos a la realidad misma, a la formación y edición de un libro concreto (a propósito de ello también está la poesía concretista brasileña), tangible. De manera que se hicieron 200 ejemplares, todos ellos hechos de manera artesanal, uno a uno. Cada cual con una personalidad propia. E incluso las carátulas, hechas por mi amigo el pintor piurano Alarcón, quien las compuso en Trujillo. Nos llevó varios meses. Imagínate, conseguir 200 hojas vegetales, disecarlas y luego pegarlas sobre la otra hoja, esta vez en blanco y de papel, solo para llamar a este poema dos hojas. Fue entretenido, casi orgásmico el concebirlo y hacerlo palpable. Es, si se quiere, un homenaje a Eielson. Un artista entero.
Ya en el libro Danza Ominosa el amor ocupa un lugar protagónico. Hay una suerte de propuesta donde el amor nos salva de la soledad y el tedio, pero a la vez nos perturba y consume. ¿Podrías ampliar esta idea?
Definitivamente, el amor, en términos generales, siempre será un tema incierto. Centrándonos en algo más especifico, punto al que te refieres, creo que nadie, para empezar, se salva de sus garras. Hasta el ser más desafortunado ha amado a hurtadillas. Y no es que sea uno de ellos (ja aja ja) pero sin duda una de las cosas terribles de todo esto es que ni siquiera el amor puede eximirte de tu soledad, de tu tristeza, de ese gran vacío que llevas contigo por el solo hecho de existir y respirar. Y es que el amor es un chasquido de dedos, una burbuja efímera. La idea primordial es tener conocimiento de esa fugacidad para que no haya en tu alma dolor. O en todo caso, permanecer constantemente enamorado o ebrio.
En este libro aparecen también otros temas como el vacío, la soledad, la muerte, ese sentimiento trágico de la vida del que hablaba Miguel de Unamuno.
Temas nada novedosos, como verás y sin embargo tan inherentes a nuestra especie. A veces me he puesto a pensar: si el mundo cantara al unísono, un grito horrendo se dejaría escuchar en todos los continentes. Sería una balada tristísima. Además, ¿qué tema es inédito en este mundo? Todo parece estar dicho y escrito. Nosotros, solo intentamos, ilusamente, pergeñar algo, balbucear en medio de un desierto blanco. Y es muy probable que todo nuestro rollo quede ahí, flotando, flotando. No obstante, mientras aún se respira, no queda más que ser sincero a la hora de versificar. He ahí quizá un punto que de pronto nos conduzca hacia la originalidad.
En síntesis, tu lenguaje se acerca a la poesía conversacional, tus poemas son breves y están cargados de poderosas imágenes y metáforas muy audaces. Háblanos de tu concepción de la poesía.
Para empezar, desde un inicio, al estar en este entorno, una de las cosas que no ha dejado de incomodarme es que me llamen poeta. Es como si al carpintero no lo llames por su nombre sino por su oficio. Y el oficio es sagrado, tan sagrado como para ser pronunciado en esta atmósfera, en este mundo donde abunda la hipocresía. Además, la poesía no solo está en los libros. La encontramos más saludable en la realidad misma. En la bella silueta de una muchacha, en la tierna caricia de un niño, en el vuelo suspendido de un colibrí tratando de alimentarse, en fin. Y pensar que en algún momento este monumental poema que es la tierra desaparecerá, será borrado del espacio.
¿Qué nuevos proyectos literarios vienes desarrollando?
Como siempre, trato de vivir más que escribir. Y si por mí fuera, sería un eterno errante. Conociendo nuevas comarcas, ciudades, gentes nuevas. Hay un momento sin duda en que los poetas y todos aquellos que se denominan artistas te hastían. Y hasta los libros. Hace tiempo he perdido ese afán de devorar palabras, oraciones y todo ese rollo. Tanto así que ahora creo ser un completo inculto. Y no me avergüenza ni me hace sentir mal, desdichado. No obstante, por ahí estoy haciendo germinar un par de textos, poemas y prosa. Ya se verá que sucede.
¿Mantuviste algún contacto con el desaparecido poeta Juan Ramírez Ruiz?
Recuerdo que la última vez que lo vi fue durante el otoño del 2006. Fue a mi casa, en plena mañana. Ambos, creo, nos teníamos un gran aprecio. Y de eso, hace poco, su hermano, don José, como lo llamo, me lo hizo saber a través del móvil. Con Juan hemos compartido varios días, noches de conversación, bebiendo algunos tragos o en el más tranquilo de los casos, con un vasito de gaseosa en las manos. Pero esto último solo sucedió una vez. En otra visita que hizo a mi casa, siempre durante la mañana.
¿Cómo ves actualmente la movida cultural en Chiclayo?
No ha cambiado desde hace varios años. Es decir, siempre las mismas caras, los mismos discursos, las mismas taras y poses. De hecho, no dejan de haber conciertos de rock, recitales, presentaciones de libros o qué sé yo, pero siempre manteniendo esas características. A lo mucho, existirán un par de grupos que con las justas o medianamente activan la escena literaria. Harta, que la cultura y el arte sean parte de una elite, de un pequeño grupo. Abotaga. Y también asquea el encuentro y desencuentro de los egos. Es por esto que quizás no duran mucho los grupos. Es por esto que quizás la gente no acude al llamado de un evento. Habría que reflexionar al respecto y no solo como un asunto propio de esta ciudad sino también de otros lugares, del país entero. Sin embargo, lo más rescatable es la persistencia. Peor es que no haya nada, ni siquiera un rumor.
¿Qué nuevos poetas y narradores han aparecido en los últimos años en esta ciudad y cómo percibes sus trabajos literarios?
Es algo muy extraño lo que ocurre con la nueva promoción de poetas en esta ciudad y otras ciudades del norte. Ya llegamos al 2010 y el panorama es un tanto desolador. Hasta el momento no hay nada claro. No hay revistas y son mínimas las plaquetas editadas. No obstante, hace no muchos meses atrás, apareció el grupo literario Signos, los que a final del año pasado publicaron una antología grupal. Matilde Granados y Alex Cieza editaron también durante el 2007, sus respectivos poemarios. En fin, es durante el año pasado en que recién se avizoran algunas figuras. Sin embargo, habría que esperar más tiempo para determinar si realmente en estos jóvenes hay una verdadera vocación. Una integra perseverancia. En este aspecto - e incluso para nosotros - , la vida y obra de Juan Ramírez Ruiz ha sido y será una muestra definitiva y bella pese a todas las circunstancias.