“no me siento peruano, pero sí plenamente amazónico”
En julio del año pasado, el músico, escritor e investigador Luís Salazar Orsi (Iquitos, 1954) fue galardonado con el Premio Paucar 2007, otorgado por el Concejo Regional de Cultura de Loreto en reconocimiento a su permanente labor creativa e intelectual, siempre unida a todo el acontecer de la Amazonía de nuestro país. Salazar Orsi estudió Ciencias Pedagógicas, Música y Canto en la Universidad Estatal de Pedagogía V.I. Lenin de Moscú. Después de haber laborado en la Universidad Enrique Guzmán y Valle durante diez años, fijó su residencia en el Alto Mayo, siendo actualmente catedrático en la Universidad Nacional de San Martín.
Transcurrida la premiación, ¿qué sensación te queda respecto al hecho de que tu obra haya sido reconocida con el Paucar? ¿Sientes una mayor responsabilidad con el desarrollo de tu trabajo?
Por supuesto. Para mí el Paucar 2007 es un reto que me compromete a publicar a corto o mediano plazo todos mis trabajos inéditos sobre la Amazonía. Por otra parte, me ayuda a tomar conciencia de que debo terminar aquellos trabajos de investigación y creación que tengo inconclusos, especialmente los referidos a la región amazónica.
Para la gran mayoría de quienes vivimos cerca del Pacífico, la existencia de este Premio —además de otros acontecimientos ocurridos en esa parte del país— nos resultaba desconocida. Sin embargo, tiene una notable importancia, ¿a qué crees que se deba tanta distancia e indiferencia?
A que los peruanos formamos parte de un país que todavía no ha llegado a su madurez (¿llegará algún día?), pues desconocemos la mayor parte de su realidad. Sin conocer el Perú ni conocernos mutuamente difícil lograremos articular algo que se parezca a un país. Por ejemplo, debo confesar que yo no me siento peruano, pero sí plenamente amazónico. Mi patria chica es Rioja y mi patria grande es la Amazonía. ¿En qué recodo del camino se habrá quedado el Perú?
Entre los que han sido reconocidos con este Premio se hallan Róger Rumrrill y el pintor ucayalino Pablo Amaringo, ¿cuál es tu apreciación sobre la literatura, el arte y el trabajo intelectual en la región amazónica?
Que en todas partes se cuecen habas. Es decir, afirmo que en mi región existen y se renuevan permanentemente variadas y numerosas expresiones artísticas de consideración, tan importantes como desconocidas para el resto del país.
Tu formación académica ha estado centrada en la pedagogía y la música, ¿de qué manera es que llegas a abordar la literatura?
Por la sensación de inmediatismo que nos da la obra literaria: publicas y llegas a las manos de los lectores. Me da la impresión de que con la música no comercial (que es la que yo escribo y practico) y particularmente con la pedagogía, tus ideas y propuestas pueden demorar más tiempo, a veces generaciones. Asimismo, me vi obligado a hacer literatura urgido por la necesidad de escribir mejor lo que otros escritores amazónicos ya habían escrito mediana, mala o pésimamente.
En 1990, publicas un ensayo sobre la música popular de la selva, ¿en qué se diferencia ésta con respecto a la de la costa y del Ande?
La diferencia se encuentra en las vicisitudes históricas y en el medio ambiente. Y, más específicamente, en que la música popular costa y sierra tiene un crisol común: la música de las culturas preincas y de la inca. La nuestra no comparte ese ancestro. Pero hay otro elemento avasallador: en la selva gran parte de la música sigue siendo elemento ritual fundamental y hierático de la vida, mientras que en la mayor parte de las expresiones musicales de costa y sierra ese elemento ha desaparecido, si exceptuamos el Altiplano y algunos sectores de la sierra centro-sur.
Con la música has viajado por diferentes países de América y Europa, ¿qué concierto tuyo es el más grato para el recuerdo?
El que di en una escuela de Bellas Artes de la ciudad de Guatemala, en julio de 1997, para profesores y alumnos, pues logré un asombroso coloquio espiritual con el público desde el primer acorde hasta el último. El ambiente era insuperable: un auditorio sencillo, muy acogedor y muy acústico, cuyas paredes estaban formadas por grandes ventanas de vidrio o estaban cubiertas de cuadros pictóricos.
En 1974, fundas la Orquesta de Cámara de Trujillo, ¿cómo era el desenvolvimiento cultural de esa ciudad en esa época?
En Trujillo se vivía una etapa de letargo en el ámbito musical, pues la orquesta sinfónica local había sido cancelada desde Lima por una demonio que esos años ocupaba la dirección limeña del INC. Algunos músicos de la ciudad que se habían quedado se encontraban desocupados (los demás habían emigrado a Lima o al extranjero). La Orquesta de Cámara de Trujillo se fundó también gracias al arribo sorpresivo del notable músico y compositor chileno Mario Baeza Marambio, intelectual de izquierda que venía huyendo de su país para salvar su vida. De este modo e indirectamente, otro demonio, el General Pinochet, participó en este acontecimiento histórico de la ciudad norteña.
Dentro de tus composiciones musicales hay una buena parte dedicada a los niños, ¿qué te impulsó a esto?, ¿es fácil encontrar un código que nos permita entrar en el mundo de la niñez?
Hay uno que no falla, pero no todos pueden encontrarlo: es el código de la propia niñez, pues, como afirmó Saint-Exupéry, todos hemos sido niños, pero pocos lo recuerdan. Además, empecé a escribir canciones para niños por la irrupción asombrosa de mi hijo primogénito: Dersú, que nació en agosto de 1988, en Lima. Su presencia fue un impulso tan fuerte que aún hoy perdura. El resultado son más de 200 canciones, marchas y danzas para niños.
Al regresar de Moscú, revalidas tu carrera de profesor en La Cantuta y luego te quedas laborando en esta misma universidad, ¿por qué decides salir de Lima y fijar tu residencia en Rioja?
Porque hacía años que vivía hastiado de Lima. Las ciudades grandes y muy grandes no fueron hechas para mí. Pero la gota que colmó mi resistencia fue la acción brutal de otro demonio (Fujimori) que introdujo al Ejército en el seno de tres universidades-símbolos del Perú: UNI, San Marcos y La Cantuta, donde se quedaron años fastidiando y, en ocasiones, como se sabe, asesinando.
En alguna parte de tu discurso leído el día de la premiación, refieres que la vida y la belleza de la Amazonía están amenazadas y que esto es lo que prácticamente te ha llevado a escribir, ¿se logrará salvaguardar el medio ambiente y la cultura de la Amazonía?
No lo sé. Pero lo que sí sé es que éste es el mayor reto del hombre contemporáneo, es decir, de todos los hombres y de cada uno en particular, pues para la disyuntiva Vida-Muerte no hay salida posible, para nadie. Estoy convencido de que, si se logra salvar el espacio amazónico, se salvará la humanidad. No hay alternativa.
En efecto y teniendo en cuenta esto, el gobierno de Brasil y la Unión Europea han emprendido, hace no mucho tiempo, un proyecto para desarrollar investigaciones sobre la Amazonía y el efecto del calentamiento global. De hecho se toma en cuenta lo que acabas de decir: la gran importancia que tiene esta parte del mundo para la permanencia y el equilibrio de la vida de nuestro planeta. En tal sentido, ¿consideras que el gobierno de Alan García, con la creación del Ministerio del Medio Ambiente, realizará proyectos similares y habrá mejoras en relación a este tema?
No. Lo que quiere el presidente es abrir más espacios para poner allí a la gente de su partido. Con más burocracia y sofisticada demagogia no mejorará en absoluto la situación de emergencia de la Amazonía.
¿En qué proyectos andas últimamente?
Publicar los libros que tengo en el cajón y, por supuesto, cumplir con el compromiso que me exige el hecho de haber ganado el premio Paucar 2007: un honor y un reto.
Bueno, para finalizar esta entrevista, suponiendo que de pronto te vieras convertido en un demiurgo amazónico, quisiera saber en qué criaturas de la selva convertirías a Fujimori, Montesinos y Alan García.
En congompes, con perdón de los congompes. Los veo: tres animales rastreros que dejan una baba asquerosa por donde pasan.