Algunos poemas de Juan Ramírez Ruíz

agosto 14, 2008
Un amigo me sugirió colgar en este blog los poemas de JRR. No había leído la poesía de aquél. He aquí algunos textos. Servido. Y no intenten llamar al número de Irma Gutiérrez. Es posible que el mismisimo Juanrra les conteste. Ya la encontró y comprobó que la amistad no es imposible en este mundo.

 

EL JÚBILO

 
Atención, éste es el júbilo, éste es el júbilo,
huyendo del silencio, viene, viene, se queda,
limpia, éste es el júbilo, el silencio le huye.
Elfina tú decías no, pero está conmigo
tómalo en mis ojos, en mis manos. Elfina
deja la tarde en la calle, avisa y que vengan,
que se alejen de las ofensas, que descuidan la
acechanza, el improperio, la alevosía,
aviso, dilo y abandona las oficinas,
corre, ven con todos, corre, separa tus dedos
de las maquinas sumadoras, cierra cierra,
los libros, los llaveros, los insultos, éste es el júbilo,
éste es el júbilo, reconócelo Elfina, éste es el júbilo.
Este que se aleja de la redondez del cuatro,
de la punta involuntaria del cinco
o del alambre que sigue al viento. Éste es el júbilo,
éste es el júbilo, este viento cargado
con sonidos de vidrios verdes, éste es el júbilo,
y conmigo está mirando la tarde. Entro en los pechos,
en las frescas canciones, entro, éste es el júbilo,
esa música, esa cadencia, ese relumbre
que dejo caer sin recogerlo, éste es el júbilo,
reconócelo Elfina, éste es el júbilo.


IRMA GUTIÉRREZ
(Aún sucede)

 
No sé si habrás ido
a la fiesta que me invitaste, Irma Gutiérrez.
No sé qué será de tu vida.
Dos veces he querido llamarte por teléfono.
Pero me ha brotado mucha luz en estos días Irma
y ahora tengo reunidos
los rostros que imaginé para ti
allá en el jardín ofrendado a los enfermos.
Me ha brotado mucha luz en estos días
y mis ojos, mis ojos de chisco quemado eran verano de papayal,
30 de enero en Guayaquil o el uso de una chompa de alpaca hoy.
¡Irma! ¡Irma! debes estar impaciente
en la clínica andarás aguardando mis llamadas
o irás a la sala de recepción. Te preocuparás.
Pero por ahora he terminado y
voy a llamarte al 233000 y si no estás te buscaré.
Y te voy a encontrar para que nadie diga
que es imposible
la amistad en este mundo Irma Gutiérrez.

(Poemas de Un par de vueltas por la realidad)


XXVIII
Encuentro con el Terror


A ti te conozco terror, te conozco:
tú preguntabas por mí, hurgando en mis ojos
con una luna chueca; y yo a ti e encontré
mirando suelo y cielo, solo,
buscando mi error con las dos manos.
Tú querías matarme con astros bizcos,
tú columpiabas mi mente expelida por un golpe:
a ti te conozco terror, te conozco.
Pero si oscuro va el bosque,
lo que ocurre (¡aquí está!) va más oscuro todavía:
¡remolino de hechos que vomita
un incendio antropomórfico, mi cuerpo
como látigo se agitaba contra mí
con el peso del ojo en la mirada!
Te conozco, a ti te conozco terror;
tú ya no puedes mi mente columpiar.
XXIX
Encuentro con Juanrra
Mi retrato moja los espejos
con pensamientos irritados
cuando vuelvo jalado por el lado afectuoso
más allá de donde fui sin duda alguna:
a dónde vas así, Juarra, ve pues pronto:
dále al viento lo que pide:
un tejido con los hilos de tu camino electo:
la senda tiene nudos: acaba sus huellas:
adelanta tu meta: jala tu misión:
vive tu milagro.
Enlaza paisajes a la intuición recibida
y recoge distancias
como si fueran diminutas florecillas:
en ningún caso, la piedra
fue la ancianidad del agua:
nadie, sino tú, siguió hasta aquí tu pulso:
no polvo de rayos
ni relámpagos licuados guarda tu casa.
Los mares tarjados con veleros y bañistas
Siguen tincando en las playas tu destino:
Vira hacia el verdor, retrato, vira hacia el verdor:
Pronto, y no en cualquier momento.

ATSAHUACA
II
 
Por - en los ríos Corama y Chaspa –
20 eran los Atsahuasca en 1914 –
y ninguno en 1975.
¡Extinguidos! ¡Extinguidos!
¡Y allá donde se posó la huangana
ya nadie volvió a crecer!
¡Y allá donde voló el paujil
sólo una vorágine de aguíjales queda!
Nunca se cansa la muerte – nunca
(qué raro)
no la llama nadie y viene –
la llaman y viene…
Nunca se cansa la muerte…
Por donde pasa deja un libro
escrito y otro por escribir.
La inocencia es su puerta
y la traición su ventana…:
muchos caminos abandonados
labran una pampa –
pero ella es casa de nombre
solo ella es casa de puro nombre.

(Poemas de Las armas molidas)

De Rioja su publicación cultural






 

















En manos de Gustavo Hidalgo, me ha hecho llegar Luís Salazar Orsi desde Rioja, los dos primeros números de un pequeño boletín del Instituto Provincial de Cultura de Rioja, publicación que por cierto la dirige. Se trata de SACHAPUQUIO o "fuente del bosque".
A decir de lucho, edición local, dirigida a lectores riojanos y que sin embargo pretende que su contenido interese y motive a lectores de otras latitudes. Y a decir verdad si que lo logra. Al menos con este inquieto y solitario lector.
En ambos números, el 1ero aparecido en abril y el último en julio, encontramos artículos sobre el carnaval riojano, la sentida muerte de Pablo García, antiguo músico que con su pifano y un tamborcito siempre solía estar en los rituales ancestrales, la situación del libro y la lectura en San Martín, los modos lingüísticos de interactuacción entre los pobladores de Rioja, adivinanzas, relatos costumbristas y entre otras cosas frases que en un colegio surgieron luego de realizar un concurso –se había detectado bajo rendimiento de los alumnos a causa de la deficiente alimentación–, frases que me hicieron sonreír y que acá les va: "Huambrillo bien papeado / vivirá fuerte y sano" y otra, "Comiendo illuria con su ingirito y tomando / masato, crecerás sanito y pucachito y no / serás posheco ni shepleco".
Me resultó admirable la persistente labor de la Asociación Cultural Rupacucha, que en abril cumplió sus 19 aniversario y también la grandiosa chamba del lameño –nacido en Lamas– Carlos Maktangrunaka, quien hasta hoy, desde hace 40 añitos, viene editando la revista No hay cultura sin lectura. Va por el numero 149. Todo un guerrero este tío.
Este SACHAPUQUIO debería andar en más ciudades. Deambular en otras tierras. Y a ver si más gente se anima a beber de sus aguas.

Yo no soy huancaíno por algo

agosto 11, 2008

Cuando llegamos a la incontrastable ciudad de Huancayo era cerca de medianoche. Día 21 de julio. Por primera vez visitábamos aquel valle, aquellos territorios. Durante las seis horas de viaje vine conversando, dejando en silencio algunos cerros, con un amable huancaíno y así supe que justo nosotros llegábamos en vísperas de la celebración a Santiago, una de las más importantes fiestas de aquel departamento. No te preocupes por el soroche, es mental, me decía. Así que pasamos por el Ticlio, a 4818 msm y mis pulmones eran de cóndor. A la firme. Nada de nauseas ni mareos. En los asientos de atrás, David y Maty permanecían callados, concentrados, evitando el frío y las arcadas. Es mejor que guardes la bolsita, le dije a mi contertulio quien la había pedido por siaca vomite, estoy como la llama de chiclets adams, chévere, bien chévere.
Al bajar, el amigo Villalobos, anterior vecino de asiento dijo que nos acompañaría a buscar un hotel, que sería nuestro guía al menos por ese instante. Llamó a un amigo suyo, taxista, para que nos recoja. En 15 minutos estaría allí. Salimos del Terminal y el frío se metió en los zapatos. Miré enfrente y solo pude ver una especie de duna, al menos tenía esa forma y me imaginé que detrás estaba el mar. ¿Si toman emoliente?, interrogó nuestro más reciente pata. Claro, claro, claro. Esto les va a abrigar, ya verán.
Luego de varias vueltas nos hospedamos frente a la Universidad Nacional del Centro. Al día siguiente presentaríamos el nuevo número de la revista Entera voz dentro del I Congreso Latinoamericano de Comprensión Lectora, el cual se llevaba a cabo en las instalaciones de esta misma institución.

Preparando el mondonguito para la fiesta de Santiago.
A eso de las 10 a.m. encargamos nuestros equipajes en la recepción del hotel. Sin duda fugaríamos a otro.
Con la claridad de la mañana se pudo ver aquella parte de Huancayo. Estábamos casi a la entrada de la ciudad, viniendo de Lima, en el distrito de El Tambo, lugar por donde transitaron innumerables gentiles y entre otras cosas nació Tongo, genial autor de Sufre peruano sufre, La pituca, El clic y "hermano" de Jaime Bayli.
Puro casas de material noble y a medio construir, misma periferia de Lima. Nada de tejas, musgo, cal, adobe. Entramos a la Universidad. Áreas verdes. Grandes árboles. Más de una decena de muchachos practicando un huailas. Amplios espacios para sentarse. Todo bien hasta que me di cuenta que para ingresar al paraninfo no había rampa alguna. Solo gradas. Me limité a conversar y a fumar unos cigarrillos. Encontramos a Chicho Villegas con su típico traje de poeta y ñato de risa. Había salido de Chiclayo el sábado. Es así que estaba participando del Congreso desde el día anterior y se hallaba emocionado con la presencia de una alta y robusta yegua brasileña que había publicado un libro de poesía erótica. Es lo que pude entender cuando Sandra Araujo, simpática venezolana e hincha de Chávez, intentó traducirnos. Pana, este poema se llama Fornicación. Vamos lee que con este frío de algo ha de servir la poesía. Hay que ver si entramos en calor.
Al llegar la tarde nos comunicamos con el maldecido Obando y Alberto Chavarria. A éste último no lo conocía. Solo por correo electrónico. El maldecido llegó primero. Malditos, ¿cuando han llegado? Recién hombre, anoche. A eso de las once. ¿Y cómo tá el evento? Unos cuantos gatos y conferencias en portugués. ¿A qué hora presentan la revista? A las 7 y media de la noche.
David junto a Obando chaparon un colectivo rumbo al centro de Huancayo, con la firme idea de alquilar lo más pronto posible un par de habitaciones en un módico y cómodo hotel. Llevaron las mochilas y la caja de revistas. Eran las 6 y tantos. Antes ya habíamos quedado en vernos al día siguiente con Chavarria y otra gente. Entonces mañana los veo. Bacán, así quedamos. Maty, Jack Flores –narrador limeño que hace poco lo habíamos visto– y yo nos quedamos esperando a los muchachos en la entrada de la universidad. A la mierda, qué frío. Me desaparecí un par de cigarros pero nada. Los dedos de mis manos y pies estaban helados. Mucha vaina quedarse ahí esperando a esos locos. Ni que fuéramos pingüinos. En eso que nos disponíamos a partir llegó uno de ellos. El maldecido nos daría el alcance en la presentación.
Sin pena ni gloria presentamos el 22 de julio la última Entera voz en la Casa de Cultura Juan Parra del Riego. Y no fue la única revista que se presentaba, sino también la Facultad de Pedagogía y Humanidades de la UNCP presentaba el 4to número de su revista Educación & Ciencia. Además, Chicho no escatimó el tiempo y al toque clavó sus bigotes y presentó su poemario. Qué programación oficial ni ocho cuartos. Muy ceremonioso el asunto. O mejor sería decir chistoso. Es decir, el auditorio consistía en invitados foráneos, brasileños que ni papa entendían de nuestro rollo, una sola venezolana, algunas tías de argentina y otro tío de México. El resto, lo más sordo y obtuso de todo auditorio: las autoridades universitarias.
Ese fue nuestra primera y última participación en aquel Congreso. Hubiera vuelto para enviar con la Araujo unos cuantos ejemplares de la Entera Voz para mi amigo el narrador Enrique Plata pero no se pudo. Otras fuerzas muy semejantes al río Mantaro, supongo, nos llevaban hacia otra orilla.
- . -

El hotel donde nos hospedábamos estaba ubicado cerca de la plaza Huamanmarca, a dos cuadras para ser exactos y según nos comentaron después, era antiguo y tenía su historia. Que incluso Prado Ugarteche y otras antiguas personalidades se habían hospedado allí. Lo cierto es que su precio se ajustaba al tiempo de nuestra permanencia: una semana.
Ese miércoles nos despertamos tarde y salimos de frente a almorzar en un restaurante, frente al hotel. Pedí una trucha mientras maty apuraba una bebida caliente, un mate de coca. David se frotaba las canillas y decía muchachos, la cosa está brava. Difundimos la revista y al toque volvemos a Lima. Allí se puede resistir el frío. Ya te pasará compañero, no te preocupes, le dije. Al final te tomas un café bien cargado y eso no solo te pondrá de buen humor sino te volverá en un huancaíno puro. Café de Chanchamayo compadre.
A eso de las 6 de la tarde enrumbamos hacia la cita con Alberto Chavarria y su grupo de amigos. Caminamos sobre la avenida Real y llegamos a la plaza Constitución. Más ordenada y limpia que la de Huamanmarca. Se supone que la primera es de los criollos y la segunda de los indios. Y en cierto modo se puede apreciar la diferencia, tanto en los rostros como en los gestos de quienes las transitan. Una más iluminada y la otra con una luz tenue casi de cantina. Una más adornada y la otra toda desgreñada.
Haciendo un poco de tiempo nos metimos en un local donde se vendía artesanía y ya casi al borde de las 7 y con mi flamante chalina tejida con lana de alpaca y unos regalillos para la familia bajamos hacia la dirección que nos había dado Alberto.
Resulta que todos los miércoles suelen reunirse los integrantes del movimiento literario Dosamaru en la oficina de don Jorge Suárez, abogado él, con algo de setentaitantos años encima y sobre todo un buen tipo. Uno a uno fueron llegando los amaru. Marcaban diferentes edades. Hablaron y hablamos durante una hora hasta que el Cheva dijo vayamos a un lugar más culturoso. Que era perentorio probar un caliche para abrigar la noche. Hasta ese momento ni por acá pensábamos en permanecer fuera del hotel pasada las nueve. Era como estar en el refrigerador. Lo mejor era acomodarnos bajo tres frazadas y empezar a calentar las heladas sabanas. Obviamente a veces la amistad también es un cálido fogón. Energía que tibia el alma y el cuerpo.
Como una serpiente (amaru) ondulante, atravesamos las calles y fuimos a parar en la Casa vieja, un espacioso y moderno café donde de arranque nos sirvieron un chop no de cerveza sino de calientito, bebida compuesta de aguardiente, te y otros ingredientes. Bien ficha la cosa, con su tajadita de limón incrustado al borde del vaso. Tres sorbos y efectivamente las mejillas y el cuerpo empezaban a calentarse. Con Hebner Cuadros hablamos de cine. Y vaya que el cine realizado por jóvenes huancaínos anda con paso firme. Greco Barboza, periodista nacido en Ayacucho y parte de una conocida revista editada por el diario Correo, decía que debía reconsiderar mi visita a Huancavelica. No es tan fea como lo cuentan, además tiene un futuro hermoso. Carmela Perea, cuzqueña ella y con algo de cincuenta años y ya picadita comentaba que era la primera vez que participaba en una bohemia con los dosamaru pese a ser una de sus integrantes. Que mis ojos expresaban mucho, no sé que cosas y que los poemas de la plaqueta Amor, jodamos un rato le había gustado por haber tocado ciertos puntos intratables y recónditos. Salud, bien bravo este caliche. Miguel Meza así como se aplicaba un trago tomaba una y otra foto. El cheva ofreció darnos al día siguiente su más reciente libro, su novela La ninfa del Jericó 941. Hacia el otro lado de la mesa Elio Sejo trataba de construirse su propio monumento ante la impaciencia de Maty y David. Un poco más allá Paúl, Abel, Artemio Julca y una agraciada huancaína conversaban y sonreían.
Cerca de la 1 tuvimos que partir hacia el hotel. Queríamos meterle algo al estomago. Los dejamos allí. No, quédense ustedes. Normal, si nos ubicamos. De aquí bajamos a la Real y allí nomás está el hotel.
Cayó de perillas aquel pollo a la brasa. La sal, el ají, la papa frita y para concluir un par de cigarrillos. Un buen final para enterrar el alcohol.


A fuego lento

El jueves desayunamos en el jardín de la residencial donde vivía Carmela Perea. La noche anterior nos había hecho esa invitación. Ella tenía su apartamento en el segundo piso pero no hubo mejor idea que la de bajar una mesa y unas sillas y despacharnos el desayuno bajo esos árboles y esas plantas que cotidianamente Carmelita regaba y cuidaba. Esto me parece lindo, decía. Trajo unos libros donde otra Carmela Perea, una tía de ella había sido antologada por un autor que ahora no recuerdo. Eran tres tomos y estaban los más destacados poetas y narradores del cuzco: el cholo Nieto, a quien desde siempre conoció, Raúl Brozovick, William Hurtado, el hijo de Nieto, Mario Guevara, entre otros. Nuestra anfitriona venía de familia con abolengo y nos comentó que de niña vio a Neruda en una reunión que su desaparecida tía realizaba en su casa. Yo después fui conciente de ello. No sabía quien era aquel señor. Si hubiera sabido ya me habría acercado para darle un gran abrazo. En el cuzco también había salido a correr con Jane Fonda. Era una muchachita delgada y con una piel limpia. Bien sencilla. Carmela hizo teatro hasta los veintiséis años. Luego se casó con un empresario huancaíno y tuvo que abandonar las tablas para dedicarse a su nueva familia. Ahora que estoy divorciada pienso en volver al arte. Hay propuestas para actuar en un largometraje y estoy escribiendo algunos relatos para niños.
Don Jorge Suárez, el abogado donde se reúnen los dosamaru nos había dicho que lo visitemos ese mismo jueves. Vengan por la tarde. Y la verdad es que nos acordamos pero dígase de paso también un poco tarde. De todos modos fuimos a verlo. Al entrar a su despacho nos encontramos con él y su hermano, uno de esos extinguidos y añejos periodistas. Bordeaba los 90 y ya no escuchaba muy bien pero él firme, serio y desconfiado detrás del escritorio. Vestía saco y gorrita a lo Neruda. Delgado y menudo. Los años y los recuerdos volvieron de golpe. El padre de don Jorge había trabajado en El heraldo minero a principios del siglo pasado. Fundó en 1922 el periódico El mensajero del pueblo, el cual duró 50 años. Y allí tenía algunos ejemplares encuadernados. Sacó de un estante una colección del Mercurio Peruano. En casa de su hermano incluso poseían ejemplares del Amauta. Fácil para quedarse un buen tiempo hurgando en los estantes de los hermanos Suárez Osorio. Me limité a palpar, hojear esas antiguas hojas. Una e de cabeza. Las letras dando brincos. Pude apreciar que realmente en ese tiempo era mucho más tranca armar la salida de cada número. ¿Le podemos sacar copia a todo este material? Por supuesto. Pero que tal si ahorita nos vamos a tomar un café. Les parece bien. Asentimos en silencio. Las palabras quedan reducidas a nada cuando el tiempo se ha tornado de pronto en mar.
Mesa de ritual en fiesta a Santiago. Hojas de coca,
chicha, calientito y cintas para señalar a los animales.
Timbró el celular a eso de la seis de la tarde. Estaba recostado en la cama. Hacía poco que el ruido de la música que los recepcionistas del hotel escuchaban me había despertado. Cantaba Grupo 5. "Te regalo mi vida mi cariño sincero mi alma mis sueños y todo lo que quiero y no me cansa decir que te amo... " Asu madre, hasta por aquí se escuchan esos tigres. Solo faltaba el ceviche y una chicha de pata de toro. Te habla Alberto. Qué tal amigo. ¿Por dónde están? Estamos en el hotel. Que tal si nos vemos en la plaza Huamanmarca en un cuarto de hora. Bacán. Ahí te vemos.
A poco rato estábamos degustando un chicharrón colorado bien fuerte. Tenían que probar este plato típico de Huancayo, nos decía el cheva. Miré el plato y calculé que para dar trámite a toda esa porción de bitute era perentorio jugarse un tiempo extra. Sabía bien. Aunque el arroz en una zona alta y helada pierde su textura, su sabor. Y ahora les toca un ponche. ¿Clara batida de huevo después de la grasa? ¿O no será que acá tiene una preparación distinta?, me dije. Vamos, me abalancé mismo kamizake, que venga ese ponche. Al instante apareció una taza grande conteniendo leche, maní y quizá canela. Sin duda era una preparación completamente distinta al ponchecito que mi abuela solía hacer cuando era niño.
Bajamos a la plaza Huamanmarca para ver el primer día de fiesta dedicado a Santiago, patrono de los animales y la fertilidad de la tierra. Era 25 de julio. La gente poco a poco fue llenando la plaza. El pueblo acudía a meterse una buena bomba y a bailar como poseídos, con todo el ímpetu de zapatear y romper incluso el piso al ritmo de un huailas macho, bien macho. Greco y Miguel nos dieron alcance. Marcel Medrano pasó de casualidad por allí y se unió al grupo. El cheva partió a su guarida. Mis intestinos empezaron a rugir de frío. Auguraban torrentosas noticias. Hasta que los muchachos no tuvieron mejor idea que traer un pisco Vargas. Trome. De inmediato me zampe un buen trago para desaparecer ese acuoso rugido intestinal. Niños, jóvenes y adultos ofrecían botellas de calientito, a dos soles. Las llevaban en mochilas. Eran las 9 y la fiesta no comenzaba. El animador dijo y ahora con ustedes, señores y señores, lo que todos estaban esperando… –Miguel y muchos miraron atentos– el alcalde de nuestra ciudad. Que tal fiasco, que tal presentador. Mejor salud. Salud. El pisco es una ambrosia en pleno frío. La gente ya bailaba. Gozaban sus vidas forajidas. Un pata casi estaba apoyado en mi espalda. Como la hueva. La multitud es frecuentemente intolerable. Sin embargo la noche aún era tierna. Los hijos del taita shanti tenían energía y sed para rato.
Baile interminable en la fiesta a Santiago.
El sábado por la noche nos llamó Greco mientras tomábamos un café frente al hotel. No había otra opción que moverse solo a distancias cortas pues mi carro se había averiado. Uno de los rodajes se hizo trizas y solo andaba con las pequeñas llantas auxiliares. Ok, les esperamos aquí, no demoren. Pasada media hora nos fuimos de frente al hotel. Ni la sombra de ellos. Sin embargo cuanto estábamos a punto de clavarse cada quien en su habitación, volvimos los rostros para encontrarnos con la sonrisa irónica de Greco y la corta casaca de Miguel.
Invadimos el patio del hotel y bajo aquel enorme y limpio cielo serrano bebimos un Cartavio puro el cual se terminó a eso de las 3 de la mañana. Fue una reunión amena y jocosa. El trago había pasado como agua pero a la hora de poner la cabeza en la almohada fue como recibir un nocaut. Me quedé tieso en un segundo. Con un enorme baldazo de ron en las sienes.

Músicos con violín y tinya en la mano.
El domingo por la noche fueron a recogernos al hotel. Había una reunión en casa de Marcel Medrano, en el distrito de San Jerónimo. Maty, Hebner, un profe de la San Marcos, una pálida alemana y yo partimos en el escarabajo del mismo Marcel. Atravesamos la ciudad, bordeando casi el río Mantaro, solo se oía el bramido del Wolksvagen y alrededor la oscura noche que parecía una cortina intocable. El cheva, Blanca, David, Greco y Miguel vendrían detrás. Se habían quedado para adquirir las respectivas provisiones del caso. Al llegar a San Jerónimo, dimos una vuelta por el parque principal y luego de frente a la casa de Medrano.
Desde la laptop se oía a Silvio Rodríguez. Llegaron todos los muchachos. Paúl, Artemio y los demás. Resultó una larga y lacrimosa faena el encender la chimenea. Hebner dio un par vueltas con una garrafita de aguardiente puro. Empezaba el vacilón. Abrieron los estuches de las guitarras. Se afinaron las gargantas y los instrumentos. Marcel nos llevó a una casa vecina donde se celebraba una fiesta a Santiago. Todos empezaron a danzar al ritmo del violín y la tinya. Ajajay. Empezaron a guapear. Ajajay. Una mamacha cantaba con una voz aguda y casi nada lograba entender. Ajajay. Toda la mancha salió danzando con rumbo hacia otras casas. Ajajay. Volvimos a la casa de Marcel. Una, dos, tres de la mañana y el calientito suplió al ron. Salud por la Quinta dimensión, "mírame y piensa que todo lo que hubo se acabó…" cuantas veces había escuchado esa canción para saber que precisamente en esta misma ciudad de Huancayo llegaría de pronto a entender que no solo existía ese "yo soy huancaíno por algo". Salud caramba. Volví a sentirme niño y a escuchar una vez más esa canción… "todo lo que hubo se acabó oh nooo". Yeahh. Volví a la sala donde estábamos imaginando además que Chapulín el dulce lo tenía en el suelo a Tongo, asiéndolo con una llave de lucha libre. Grande el Shapi. Y grande también Greco que como un magnifico músico amaneció sin dejar de tocar la guitarra. No por la hueva era ayacuchano. La ebriedad llegaba como el alba. A las cinco la madre de Marcel nos invitó un caldo verde. Estuvo preciso. En eso nuestro anfitrión se acordó un poco tarde del mondonguito que los vecinos de la fiesta al taita shanti repartirían a las cinco. Pero no fue tan tarde pues a fin de cuenta fuimos a comer ese típico plato.
El día lunes llegaba con toda su claridad. Pedí un poco de sal para hacer digerible el mondonguito. Eran las siete. Teníamos que ir a recoger las mochilas y luego partir a Lima. Quédense muchachos. No, ni hablar. De aquí vienen las cervezas y a las diez señalarán a los animales. No, ni cagando. Tenemos que salir hoy. Después subirán los pasajes. Al llegar a Chiclayo supimos de la boda de Artemio con una cuy y la de Miguel con una vaca, dentro de la tradicional celebración a Santiago. Y que al amplio Terminal de Huancayo una mancha de viajeros lo había destrozado por estar los precios de los pasajes tan elevados como el nevado de Ticlio.

Noche de huanca bohemia.