Reseña sobre "Danza finita" en revista Caretas

enero 27, 2010



Vaivenes sutiles

Por José Donayre




Quizá la danza como baile poco tenga que ver con las direcciones que propone el tercer libro del poeta Stanley Vega. Al parecer, lo que busca sugerir el título Danza finita es la mudanza o movimiento constante que se registra desde los primeros versos del poemario: un punto de partida motivado por la belleza poética y el deseo erótico. Y es más que probable que “finita” se refiera diminutivamente a lo delicado y sutil, y no tanto a aquello que tiene –con el peso de lo obvio- fin, término o límite.

Con tales coordenadas que superan los bordes de lo humano, el lector tendrá la oportunidad de explorar la dimensión de un espacio cambiante. Los poemas forjados en este ámbito de partidas y llegadas –en el que la imagen límpida y la revelación súbita, trabajadas con una ironía que no busca efectismos sino la sobriedad y la trascendencia ante lo trivial y lo efímero– consiguen demostrar que lo evidente es una trampa (más) de la realidad. El poeta traza así un derrotero de epicúrea salvación.

En el ir y venir del protagonista como individuo o suma de sujetos. Vega urde versos cortos muy bien afilados, incluso pulidos con devoto y apasionado oficio para captar un mundo en fuga, que late y emociona en su fragmentada diversidad. Lírico, delirante y aforístico, el poeta, asimismo, irradia en 42 breves poemas una voz templada que sentencia, afirma y envuelve con acertada –y asertiva– precisión, sin sucumbir a la retórica tentación del registro ramplón o el manido recurso del cultismo académico.

Fuente: http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&S=&id=12&idE=861&idSTo=75&idA=44403

"Danza finita" en diario La primera

enero 07, 2010
El día de ayer apareció en el diario La primera un breve cometario sobre “Danza finita” hecho por el editor de la página cultural, el poeta José Luis Ayala. He aquí el texto y el link: . http://www.diariolaprimeraperu.com/online/cultura/danza-finita_54010.html





Comentario del editor




Danza finita



Stanley Vega (Santa Cruz. Cajamarca) ha publicado Danza finita (Hipocampo editores, 2009). Este libro que obtuvo el I Premio en los Juegos Florales en la Universidad Agraria La Molina es un texto en el que se nota una evidente madurez literaria frente a sus trabajos anteriores como Inútil inventario (Arte rupestre 2001) y Soliloquio de las hojas (2,003). No le falta razón a Carlos López Degregori en señalar que Stanley Vega: “En estos tiempos en los que abunda tanta poesía estridente, narrativa, desmesurada, es reconfortante encontrar una voz que marcha a contracorriente y quiere recuperar el lirismo esencial”.



Los poemas cortos exigen una mayor economía de lenguaje y permanente trabajo para que con menos palabras se diga más. Una labor de orfebre de la palabra que no termina nunca. Stanley Vega con cuarenta y dos poemas expresa las huellas de una experiencia amorosa que le ha dejado una profunda huella, más allá de las palabras y la propia poesía, habla el subconsciente y el poeta escribe.

De la muerte y otras traiciones en Feria del Libro de Quito

enero 05, 2010




La muerte y otras traiciones: territorio para abrazar a la memoria de lo fugaz

                                                                                                                      Por Víctor Vimos *


“Adivino la muerte en cada paso, en cada giro que la manecilla del reloj da sobre mi piel que se marchita, adivino la muerte en la sombra que persigue a mis zapatos, en el abrazo que me cobija del abismo, adivino la muerte cuando frente al espejo, me reconozco apenas como una mancha de olvido.

Adivino la muerte y puedo oler sus pasos, mirarla como corre despavorida por entre las callejuelas de una ciudad que se hunde en la niebla, en la nicotina, en el alcohol, de una ciudad que duerme a los pies del mar, ese animal elástico que ruge renegando del alba.

Una muerte que no es delito, que no es angustia, que no es balazo ciego en busca de pieles que agujerear. Adivino la muerte que es mordida traicionera, una puñalada baja, un bolero sin acabar”.

No, la muerte no es una traición. La muerte es una vela que pacientemente espera a que nuestros pasos lleguen hacia ella, solo entonces se extingue. La verdadera traición ocurre cuando esos pasos, que deberían no desviarse del sendero predicho para sus huellas, lo hacen, y terminan extraviándose en la jungla de cemento y bullicio que conocemos como realidad.

Una realidad que ha ido restando espacios a la vida. Minimizándola de tal forma que ahora apenas es la justificación para que la memoria siga existiendo. Una memoria que nos habla por fragmentos, por señales, por escasas huellas, y que no permite ver más allá de lo que acontece.

Pero no todo está perdido. Para eso queda la palabra. Esa ánima eterna que dibuja formas, rostros y sueños, y que mediante ellos, nos induce a la locura, al amor, al llanto, a la traición y a la misma muerte.

Nada fácil entonces la labor de un escritor, que como en el caso de Fernando Carrasco, propone una lectura desde los márgenes de la vida: esos momentos eternos en la fugacidad, en los que se puede encontrar el hueso del alma adherido al miedo de morir.

Nueve historias que como punto de inicio tienen la incertidumbre, y como punto de unión la muerte, aun cuando esta no se presente en ninguna parte del texto, se encuentra ahí, en forma de melancolía, de tristeza, de bochorno, de traición.

Nada más duro que la mentira para disimular la muerte. Es decir, que no es fácil ponerse una máscara y salir a fingir que estamos vivos, mientras dentro, en la casa que es el cuerpo, la locura crece. Nada más duro que ser un personaje de Carrasco, atado a esta mentira, a esta traición que es la vida, y envuelto en el desenfreno de una ciudad como Lima, esa especie de pradera de llanto, en donde se riegan uno a uno los acontecimientos que relata el libro.

Un escenario urbano en el que la mejor manera de probarse que se sigue vivo, es tentar a la muerte. Tentarla ocultando verdades, posesionándose de voces que transitan entre el espectro y la certidumbre, creando personajes que no tienen un límite en cuanto a la desdicha que llueve dentro de ellos. El lector, ese personaje moderno por antonomasia, encontrará en este lago de incertidumbre, una posibilidad para reflexionar sobre la manía de la vida por morderse su propia cola, esa sensación de abandono que a todos nos envuelve alguna vez.

Punto característico en la obra de Fernando Carrasco constituyen las notas de la rockola que escapan de cualquier portal, sin importar la hora que sea, para deshacer el instinto del lector. Así, escuchamos un son que sacude a quien está a punto de volar, un canto de drama que cobija a un torero que rememora la vida, a las puertas de su muerte, un bolero que muerde las barbas de un Cristo que sin necesidad de cruz, camina exhibiendo sus llagas, una cumbia que envuelve el juego de barajas, la mala suerte, el odio.

Puestos frente a la construcción de La Muerte y Otras Traiciones, reconocemos la labor incesante de un escritor que, aun cuando está bordeando la juventud, arriesga todo por el todo, y se lanza tras de la historia, hasta alcanzarla. Poseedor de una narración ágil, limpia y con mucha riqueza de imágenes y técnica, Carrasco nos demuestra, una vez más, la gran valía de la tradición literaria peruana, por la que él ha sido influenciado, así como la formación, a paso lento pero indetenible, de una voz propia que seguramente traspasará todos los bordes que el silencio deja sobre nuestra piel.

Buen viento para la labor literaria de Fernando Carrasco, que en este libro La Muerte y Otras Traiciones ha dejado más que anécdotas e historias que se pasan de voz en voz, ha dejado verdaderas muestras de un oficio de alfarero de la palabra, que nos convoca a mirar la vida en instantes, en espacios donde la duda y la incertidumbre, son la mejor forma de abrazar la tranquilidad. Que los tormentos no estén exentos de este paso por la vida, Fernando, así como la calma para ellos, que estás condenado a encontrar solamente en la palabra.


                                        * Poeta y periodista ecuatoriano