CRÍTICA A “UN HOMBRE MEDIOCRE” (MARCO ZANELLI)

julio 30, 2013




Por Antonio Salerno



“Un hombre mediocre” es como debió llamarse la infeliz historia que Marco Zanelli publicó este domingo en el Suplemento Dominical de La Industria. Y lo acoto como primer punto de vista no porque el escrito merezca alguna nomenclatura –porque está claro: no valdría la pena-, sino porque describiría mejor la condición narrativa de su autor. A las claras, su prosa trasluce una falta total de identidad y concordancia. Además, demuestra problemas serios con los regímenes de las palabras, algo que me sorprende por tratarse de una persona que ¡escribe en un diario!

No conozco la edad cronológica del autor de “Un hombre mediocre” –como llamaré a “Triste entrevista a un hombre mediocre”-, pero sí puedo afirmar lo que su prosa infiere: una inexperiencia que entorpece lo que busca expresar, la elocución de un aprendiz, que, desvergonzadamente se atreve a publicar un escrito corriente, creyendo que ha hecho algo aceptable. No sé cuánto tiempo lleve haciendo literatura Marco Zanelli, pero lo que me queda claro, luego de leer ese mamarracho sin fortuna, es que: o se trata de un principiante avezado o simplemente el autor no tiene talento ni disciplina para la escritura. Sea el primero o el segundo el motivo de su insignificancia quiero mostrar algunos de sus peores deslices, manchas que entorpecen su chirriante elocución.

El relato dice así: “Si consigue una silla ha tenido suerte, porque la mayoría de días (trabaja de lunes a sábado) etc…”. Primero debo recomendar al señor Zanelli, si es que acaso luego de esta crítica decide insistir en sus intentos de narrador, que tenga en cuenta el tiempo en el que narra sus historias. En esta, es evidente, el presente es el elegido, lo que me parece lo más perspicaz, ya que es un pasaje breve, aunque retrospectivo; sin embargo, al comenzar con una descripción lineal del trabajo del “Hombre mediocre”, debería mantener la linealidad del escrito, no decir “ha tenido suerte”, sino: “si lograse conseguir una silla sería afortunado”, o, “sería afortunado de conseguir una silla…”. Como segundo punto debería evitar la especificidad ociosa e innecesaria que entorpece la lectura y la hace incómoda y cutre. Un poco más de sentido común, señor Zanelli. No  coloque usted detalles innecesarios entre paréntesis, expréselos en la narración, use la fluidez de los grandes narradores, lea más novelas de Faulkner o Hemingway, se lo recomiendo.

Antes de terminar el primer párrafo se encuentran más desatinos. Él escribe al intentar describir lo fina de la tela de una camisa raída por el uso: “la camisa tela de cebolla…”, cosa que me parece una analogía absurda, discordante, hasta tonta, que nos demuestra su torpeza y escasez de imaginación. Luego, continúa diciendo: “…la beca se le agotó a consecuencia de las farras.”, expresión desafortunada, puesto que pudo ahorrarse un error de régimen con practicidad, escribiendo: “…y le quitaron la beca a causa de sus excesivas farras.”. Las becas no se agotan, señor Zanelli, no son agua; en este caso la beca se resolvió, se la retiraron.
Al iniciar el segundo párrafo vuelve a tropezar: “…una máquina de escribir Olivetti…”, especifica, al mismo estilo de Bryce con su sillón Voltaire, es una imitación muy evidente. En este caso decir “…en la Olivetti” seguido de una breve descripción particular del objeto hubiera sido más acertado, o “en la máquina de escribir marca Olivetti…”, si lo que se quería era concisión.

En fin, lo que continúa es una larga cháchara atemporal sin orden, a veces redundante, de la madre del personaje central. Al parecer el narrador no ordena muy bien sus ideas en el momento creativo y cuando comienza su elocución sus imágenes se bifurcan, tratando de volver luego. Cuando ya es tarde, entonces cierra la historia sobre sus errores, con deslices soeces como este: “…y ojeras en los párpados, piel amarilla.”, como si las ojeras aparecieran sobre los ojos, y además cerrando la enumeración antes de tiempo, como si “piel amarilla” se le hubiera ocurrido en ese momento y por desidia o descuido no huera traspuesto el conector “y”.

Antes de terminar Zanelli corona su mamotreto con un descuido más, al tratar de volver al presente, luego de hablar del padre del “Hombre mediocre”: “Y ahí estaba él, con el ruido taladrante que se hunde…”, ¿es evidente, no?, el autor saltó de tiempo por un instante, no volvió al punto donde comenzó: “Sus dedos transitan el abecedario.”

No necesito continuar enumerando los yerros de este relato. No se trata de una fe de erratas, sino de una crítica, la de un lector que se siente ofendido por tener que tolerar la displicencia de “redactores” como Zanelli, quien en sus artículos de opinión reniega de la calidad literaria en la región, sin tomarse en cuenta, al parecer, o movido por unas ansias enfermizas de protagonismo. Prestigio que a las marras pretende alcanzar.   


Termino recomendando al aludido leer el libro “El cuento hispano-Americano” de Luis Leal, compilación breve pero valiosísima de los mejores cuentistas y sus estilos. Además,  exhortándolo a echar un vistazo a la literatura de Chejov, quien nos ha dejado unos relatos breves magistrales, de los cuales se puede aprender que la mejor receta para una prosa concisa no es la complejidad ni la temática tópica, sino la anécdota. En todo caso, señor Zanelli, debería usted cavilar en su determinación de literato, puesto que, por el momento, se colige al leerlo que escribe con los pies. En conclusión: su “aporte” no sirve para mejorar la trajinada narrativa regional, la empobrece y avergüenza. Con toda sinceridad.