Uno de estos días Ernesto acaba de devolverme, luego de varias lunas e insistencias, el Libro de Daniel, poemario de Javier Gálvez, editado por Jaime Campodónico en 1995.
Este brother estudió en la San Marcos y en una de esas ganó una de las versiones clásicas de los Juegos Florales organizados por dicha universidad (1995). Javier me hizo llegar su libro con un amigo, su tocayo Javier Rodríguez. De eso hace ya varios años. “Para volver a nacer y alcanzar la mar y la infancia”, escribió en su dedicatoria. Corría el año 98. Acabo de ver la fecha.
Lo que ocurre es que Gálvez nació en Chiclayo, año 1966. Estudió en el colegio Manuel Pardo y supongo cada año seguirá viniendo pues sus padres residen en esta ciudad. Lo último que supe de él fue que vivía en Cuzco, ejerciendo la docencia universitaria. El hecho de ver su libro me ha impulsado escribirle un email a Javicho Rodríguez para pedirle el teléfono de los padres del autor del Libro de Daniel, Fácil que estará en navidad por estos lares.
Les dejo con un texto de este poemario, importante no solo para la literatura hecha por lambayecanos sino también para el estudio de la gente del 90 en las letras peruanas:
CHILAPE
Mira las funestas lagartijas de colas apagadas subir
por los adobes. Y verdes uvas sostenidas por un hábito
de sombras cruzadas por abejas. Y estambres, invisibles
gineceos.
Y tu cuerpo aún desnudo en las aguas de Chilape,
muy cerca de la voz de tus abuelos que ya crecieron
y no pueden retornar.
!Ay de mis abuelos que crecieron y no pueden
retornar! Aguas de Chilape oh flujo maternal
¿Dónde está mi cuerpo, dónde su perfume a menta y
barro seco?
Más abajo, en silencio, allí donde las pancas y la alfalfa
son pisadas por un sol destinado a limpiar el laberinto,
se espesan los flujos masculinos y crecen las abejas
como manchas de tinta desde el alba.
(Lanza, lanza una moneda al fondo de las norias.
Y escucha el rumor de todo lo que amaste,
estancado y sin salida.
En el agua de las norias verás la cicatriz.
Tus labios abiertos por la miel y un sonido.
Tus ojos que aprendieron a pesar la luz
antes del instinto.
Antes que la moneda toque el fondo, ya tú
habrás crecido.
Lanza, lanza una moneda al fondo de las norias.
El temblor de agua es la infancia que ahora copias)
por los adobes. Y verdes uvas sostenidas por un hábito
de sombras cruzadas por abejas. Y estambres, invisibles
gineceos.
Y tu cuerpo aún desnudo en las aguas de Chilape,
muy cerca de la voz de tus abuelos que ya crecieron
y no pueden retornar.
!Ay de mis abuelos que crecieron y no pueden
retornar! Aguas de Chilape oh flujo maternal
¿Dónde está mi cuerpo, dónde su perfume a menta y
barro seco?
Más abajo, en silencio, allí donde las pancas y la alfalfa
son pisadas por un sol destinado a limpiar el laberinto,
se espesan los flujos masculinos y crecen las abejas
como manchas de tinta desde el alba.
(Lanza, lanza una moneda al fondo de las norias.
Y escucha el rumor de todo lo que amaste,
estancado y sin salida.
En el agua de las norias verás la cicatriz.
Tus labios abiertos por la miel y un sonido.
Tus ojos que aprendieron a pesar la luz
antes del instinto.
Antes que la moneda toque el fondo, ya tú
habrás crecido.
Lanza, lanza una moneda al fondo de las norias.
El temblor de agua es la infancia que ahora copias)